PLAN DE ACCIÓN PARA LA CONSERVACIÓN DE LOS JAGUARES EN PANAMÁ
Este factor es el que junto con la pérdida de hábitat afecta más directamente a su supervivencia. La
persecución humana de los grandes felinos por sus depredaciones sobre el ganado o por el peligro
potencial que representan para las vidas humanas, es el paso final en el proceso de su desaparición
fuera de las áreas protegidas, el cual comienza con la pérdida y fragmentación del hábitat (Nowell y
Jackson, 1996 en: Hoogesteijn, 2003). Esta persecución se realiza inclusive dentro de Áreas Protegidas,
por lo que actualmente jaguares y pumas subsisten en Latinoamérica en áreas bastante inaccesibles,
por las dificultades para cazarlos allí.
De estas dos especies el jaguar tiene un futuro más comprometido ya que tiene una distribución más
restringida, tanto desde el punto de vista geográfico como de la diversidad de hábitat utilizados, siendo
el puma una especie mucho más extendida y adaptable. Hasta la década del setenta, las poblaciones
de jaguar se vieron fuertemente afectadas por el comercio peletero internacional.
Actualmente la expansión humana con sus consecuentes presiones de utilización de tierras, pérdida
de hábitats y cacería oportunista, han restringido al jaguar a una fracción de su área de distribución
original. El jaguar ya se extinguió en Estados Unidos, El Salvador, Uruguay y gran parte de Panamá,
Nicaragua y Argentina, ocupando en 1989 el 33% de su área de distribución original en Centroamérica
y el 62% en Sudamérica (Swank y Teer, 1989 en: Hoogesteijn, 2003). Parte del problema se debe a
la percepción de que la sola presencia de estos félidos, conlleva necesariamente a una consecuente
depredación, resultando conveniente exterminarlos como alimañas apenas se dejen ver, aún en
ausencia de casos de depredación en la zona (Hoogesteijn y Mondolfi, 1992 En: Hoogesteijn, 2003).
Aunque la expansión de la ganadería en Latinoamérica ha sido uno de los factores causantes
de la reforestación, la producción ganadera se ha demostrado como una forma de utilización
rentable y relativamente menos destructiva de las sabanas neotropicales con pastizales naturales
estacionalmente inundables, en comparación la producción agrícola en gran escala (con cultivos como
el arroz y la caña de azúcar, con utilización masiva de reforestación, nivelación, herbicidas, insecticidas
y fertilizantes). Estas sabanas están distribuidas a lo largo de los Llanos de Venezuela y Colombia, el
Beni de Bolivia, el Pantanal de Mato Grosso en Brasil y parte de Paraguay y las sabanas boscosas de
Guyana (Hoogesteijn, 2003).
En los Llanos de Venezuela, los hatos mejor manejados desde el punto de vista de ganadería, también
son los que mantienen las mejores poblaciones faunísticas, las cuales son utilizadas por medio del
ecoturismo o mediante la explotación racional y sostenible del capibara o chigüire (Hydrochoerus
hydrochaeris) y del caimán de anteojos, baba o babilla (Caiman crocodilus) (Hoogesteijn y Chapman,
1997 en: Hoogesteijn, 2003). En tres casos analizados por estos autores en Venezuela, la fauna puede
producir de un 25 a un 52% del ingreso total y tiene el potencial de aumentar el ingreso por hectárea
de 12$/ha con ganadería solamente a 18$/ha con ganadería y utilización de fauna. Sin embargo,
con la excepción del ecoturismo o la cacería deportiva, los incentivos económicos para conservar
específicamente a los felinos son inexistentes ya que éstos tienen generalmente más costos que
beneficios (Nowell y Jackson, 1996 en: Hoogesteijn, 2003).
Ya en 1914 Roosevelt, señalo que en el Mato-Grosso Brasileño, los hatos empobrecidos de fauna
silvestre sufrían mayores niveles de depredación, planteamientos que ochenta años más tarde aún
necesitan ser comprobados con datos (Polisar, 2000 en: Hoogesteijn, 2003). En 1977 Shaw, hipotetizó
que el número de cabezas depredadas por pumas en Arizona era inversamente proporcional al tamaño
del rebaño de venados en la zona. Mientras que Almeida en 1986, reportó que en un hato ubicado en el
Mato-Grosso Brasileño, la depredación por jaguares anteriormente escasa, aumento a un tercio de la
cosecha anual total de becerros, (unos 400 becerros por año, además de numerosos ataques al ganado
adulto), después de que los dueños del hato realizaron una matanza masiva de caimanes (babas) para
la venta comercial de sus pieles (Hoogesteijn, 2003).
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