Ciclo
del fósforo
El
fósforo (P) constituye uno de los macronutrientes esenciales para el
crecimiento vegetal, junto con el nitrógeno y él potasio. El P
cumple importantes funciones bioquímicas y fisiológicas,
como formar parte de biomoléculas (e.g. fosfolípidos,
proteínas, nucleótidos, ATP, etc.). Desde el punto de vista
bioquímico, forma parte de las unidades monoméricas (“ladrillos”)
de las cadenas polinucleótidas como el ADN, le confiere al P
una función muy relevante. Por ello, se suele comentar en algunos
artículos de divulgación que el P es fundamental para la vida,
puesto que forma parte de las unidades fundamentales que la
hacen posible.
Desde
una perspectiva agronómica y de producción vegetal, el P cumple
importantes funciones:
Estimula
el crecimiento y expansión foliar
Promueve
el crecimiento de las raíces
Mejora
la calidad de frutos, granos, etc.
En
esquemas de producción sustentables, el P forma parte de
los programas de fertilización, a través del uso de
fertilizantes químicos, agro-minerales (e.g. roca fosfórica) o
enmiendas orgánicas (e.g. estiércol, compost, etc.),
dependiendo de las características de los sistemas productivos.
¿A
que llamamos ciclo del fósforo y cual son sus componentes?
El
conocimiento de los ciclos biogeoquímicos de los nutrientes a
escala de sistema suelo-cultivo, permite conocer la estructura y
funcionamiento de los nutrientes en dicho sistema, fundamental
para la comprensión y también para la toma decisiones de manejo
agronómico. Existen numerosas formas de representar el ciclo
del P
en agro-ecosistemas. En la Figura 1 se presenta un ejemplo.
Dentro del ciclo del P, los
ingresos de P
al sistema corresponden al agregado de P a través de
fertilizantes. En suelos sin erosión, las salidas de P
de los agros ecosistemas están conformadas por la remoción de
P
por las plantas (e.g., granos, frutos, etc.). Los demás
procesos podemos considerarlos como “ciclados” o ciclos
internos. Las plantas absorben el P
que se encuentra en la fracción “soluble”, que presenta muy
baja concentración. Este “pool” se encuentra en equilibrio
dinámico con las demás fracciones, que abastecen a la fracción del
P
en solución. La forma química en la cual las plantas absorben
el P
es como ión orto fosfato ácido o diácido. Por tratarse de
un nutriente poco móvil en el suelo, la llegada del P
al sistema radicular de las plantas ocurre básicamente por difusión
e intercepción radicular La velocidad del proceso de difusión
depende de varios factores, siendo los más importantes la diferencia
de concentración de
P en
el área de difusión, la temperatura, la humedad edáfica y la
tortuosidad del suelo.
Ciclo
biogeoquímico del fósforo
La
reserva de P
del suelo se encuentra tanto en la materia orgánica (MO)
como en compuestos inorgánicos. Las proporciones de compuestos
orgánicos e inorgánicos dependen del tipo de suelo y
edafogénesis. En el sudeste de la Región Pampeana argentina, las
menores temperaturas determinaron procesos de edafización con una
importante génesis de compuestos orgánicos humificados, que
generan que el P pueda representar el 80%
del
P total, mientras que en el norte de Buenos Aires y sur de Santa Fe,
las mayores temperaturas durante la edafogénesis inducen menores
acumulaciones de
MO
humificada, con proporciones de P orgánicos del orden del 50%,
según tipo de suelo. Evidentemente, la degradación de los
suelos por erosión, han dado lugar en las últimas décadas pérdidas
muy considerables de MO
y los nutrientes principales asociados a esta fracción edáfica (N,
P,
S,
algunos micronutrientes, etc.). En cuanto a los compuestos
inorgánicos, el P en el suelo se encuentra en diversas formas
mineralógicas, cuyo abordaje escapa el alcance de este posteo.
La apatita, y sus diferentes formas mineralógicas, constituyen
una forma importante del P inorgánico del suelo, y su origen es
heredado a partir del material originario, cuyo principal aporte
corresponde al Loess, depositado desde zonas peri glaciares del oeste
de la Argentina (zona Andina) tanto por acción del viento como por
los ríos.
El P
orgánico
requiere ser mineralizado a formas inorgánicas (iones orto fosfatos)
para que pueda ser aprovechado por las plantas. El proceso de
mineralización del P se la puede dividir en mineralización
biológica y bioquímica. La mineralización biológica corresponde
a la degradación microbiana de compuestos orgánicos donde el P
se encuentra ligado al carbono (C),
y cuyo producto de degradación es el CO2.
Este proceso es el mismo por el que se libera N
y S,
dependiendo fundamentalmente de la temperatura y humedad edáfica. La
mineralización bioquímica es mediada por enzimas (e.g. fosfatasas)
y también puede representar una proporción importante de P
mineralizado.
Los
residuos aportados por los cultivos, si bien no constituyen un
ingreso de P al sistema suelo-cultivo, sí representan importantes
fuentes de nutrientes biodisponibles para el cultivo,
dependiendo de la relación C:
N
y C:
N:
P
del material, y también del ambiente edáfico (temperatura, humedad,
pH, etc.). Cuando las relaciones C:
N
son más bajas (e.g. residuos de leguminosas como soja) puede
haber liberación neta de nutrientes, mientras que en
los residuos con mayores relaciones C:
N,
puede verificarse inmovilización transitoria de
nutrientes.
Las
diferentes formas orgánicas e inorgánicas se pueden clasificar
también según la “labilidad” o biodisponibilidad para las
plantas. Compuestos inorgánicos poco lábiles podrían
ser aquellos de naturaleza aromática muy condensada presentes
en el humus, mientras que los minerales fosfatados primarios,
podrían ser ejemplos de pooles de P
poco lábiles y por ende de escasa disponibilidad para la
nutrición vegetal. Las fracciones más lábiles corresponden
a fracciones más jóvenes, que provienen de los residuos de los
cultivos, y tienen una importante función en el abastecimiento de P
de corto plazo. Los sistemas de cultivo bajo siembra
directa estabilizados, con una fertilización balanceada (aporte
de nutrientes limitantes para el sistema de producción) y con
elevado aporte de C
al sistema. Conceptualmente debemos entender que todas las
fracciones de
P
mencionadas (P
lábil, no lábil o poco lábil, etc.) tanto orgánicas como
inorgánicas, se encuentran en permanente equilibrio, siendo las poco
lábiles el pool o fracción de reserva de P
del sistema. Los cultivos van agotando el P
en solución, que se encuentra muy poco concentrado, y dichas zonas
de agotamiento son progresivamente abastecidas desde fracciones más
lábiles y estas últimas son provistas por formas de P
de reserva o no lábiles.
Con
fines de diagnóstico de fertilidad de suelos, se evalúan diferentes
extractantes de P
que se correlacionen con la absorción y/o acumulación de biomasa de
cultivos. Estos estudios se denominan de “correlación”.
Para este fin, resulta frecuente utilizar plantas de raigrás o
alguna especie similar en ensayos de invernadero, donde es posible
controlar el ambiente y reducir fuentes de variabilidad. Una vez
seleccionados los extractantes que mejor correlacionan con el
crecimiento se pasa a la segunda etapa que consiste en la calibración
de la técnica analítica. Los ensayos de calibración, que
pueden ser en el campo y también en ensayos de invernadero, tienen
como objetivo evaluar la relación entre la respuesta a la
fertilización con P
y el contenido del extractante en el suelo. En la Región Pampeana
argentina se dispone de calibraciones para realizar
recomendaciones de fertilización fosfatada en diversas regiones
edafo-climáticas y cultivos.
¿Cuáles
son los fertilizantes utilizados en fertilización de cultivos de
granos en la Región Pampeana argentina?
Existen
numerosos fertilizantes fosfatados utilizadas en la agricultura
argentina. En la Tabla 1 se presentan las más difundidas
en la Región Pampeana. El uso de fuentes orgánicas es
poco relevante en cultivos de grano, siendo más utilizados en
cultivos hortícolas. También el uso de roca fosfórica es
muy escaso, por lo cual no son abordados en este escrito.
Contenido
de nutrientes de principales fuentes fosfatadas
Fertilizante Contenido
de P2O5 (%) Otros nutrientes
Fosfato
monoamónico
(MAP) 52 11%
de N
Fosfato
diamónico
(DAP) 46 18%
de N
Superfosfato
Simple
(SFS) 21 12%
de S y 20% de Ca
Superfosfato
Triple
(SFT). 46 14%
de Calcio
Los
fertilizantes fosfatados denominados “superfosfatos” contienen
como forma de P
al fosfato mono cálcico. Los fosfatos de amonio, que son los
más solubles en agua, contienen P
como aniones orto fosfatos. El superfosfato simple (SFS)
tiene niveles variables de sulfato de calcio bihidratado dentro
de su composición. Este “yeso residual” se produce como
consecuencia de la reacción del ácido sulfúrico con la roca
fosfórica (rica en calcio) durante el proceso de fabricación del
fertilizante.
En
la Figura 3 se muestra la evolución del consumo de
fertilizantes fosfatados en la Argentina en los últimos
años. Podemos observar que los fosfatos de amonio lideran
el ranking en términos de volumen consumido. Del mismo modo cabe
resaltar como, en los últimos años, la utilización del MAP viene
expandiéndose marcadamente en detrimento de los volúmenes de DAP.
También es interesante constatar el incremento que se viene
registrando en el consumo de SPS
en los últimos años, posicionado fundamentalmente en el mercado
de soja.
Figura
3: Evolución del consumo de fertilizantes fosfatados
¿Cómo
reaccionan los fertilizantes fosfatados en el suelo?
La
reacción inicial de los fertilizantes fosfatados en el suelo
depende, además de la forma química en las que se encuentra el P
en el producto, del
pH
del medio y en gran medida de la interacción de los fosfatos con las
arcillas y óxidos presentes en la fase sólida del suelo.
Los
superfosfatos, por tener Ca en su composición, generan alrededor del
gránulo residuos de fosfatos di cálcicos de muy baja
solubilidad. Los fosfatos de amonio, por no tener Ca, no generan
esos productos residuales de baja solubilidad durante la reacción
inicial en el suelo. El pH
de disolución de las fuentes fosfatadas varía considerablemente. El
superfosfato triple genera alrededor del gránulo una solución
saturada muy ácida, con un pH
de alrededor de 1.5, mientras
que el pH
de disolución del MAP
es de 3.5
y
del DAP
de alrededor de 8.
Estos procesos de disolución involucran un volumen muy reducido de
suelo, son temporarios y no atesirarán una gran influencia en el pH
global del suelo, a pesar de que pueden incidir sobre la nutrición
de los cultivos en alguna etapa fenológica específica (Young et.
al. 1985). Los autores también reportan el clásico efecto
positivo del amonio en la eficiencia de aprovechamiento del P
aplicado. Cuando se aplican productos de P
amoniacales (MAP,
DAP)
la absorción de amonio por las plantas determinaría una
acidificación a nivel de la zona rizosférica que mejoraría el
aprovechamiento del P
por una mejor disolución de los fosfatos. A pesar de estas
variaciones en la reacción inicial de las fuentes
fosfatadas, numerosos ensayos de fertilización no encuentran
diferencias en eficiencia de aprovechamiento entre fuentes
fosfatadas, cuando se consideran iguales dosis de P
aportadas y no se presentan limitantes de N. Sin
embargo, las características químicas del fertilizante
resultan fundamentales para analizar la tecnología de
fertilización utilizada, en especial la forma de aplicación. Así,
el autor reporta mayores niveles de fitotoxicidad con DAP
respecto del MAP
en aplicaciones en conjunto con la semilla y realiza recomendaciones
de aplicación diferencial parta cada una de las fuentes, siendo
mayores las dosis de riesgo (dosis máxima a utilizar) en MAP
que en DAP,
si bien es conocido que sobre el fenómeno de la fitotoxicidad
inciden numerosos factores como tipo de suelo (textura, MO,
etc.), humedad del perfil, distanciamiento entre hileras,
cultivo, etc.
Independientemente
de la fuente fosfatada utilizada, una vez que el fertilizante es
disuelto e incorporado en el suelo, los aniones orto fosfatos son
influenciados por los procesos y equilibrios químicos presentes en
el mismo. Así, el P
agregado pasa a formar parte de las diferentes fracciones del suelo
(pooles) que tienen distintos grados de biodisponibilidad: solución
de suelo, P
retenido en arcillas y óxidos, P
no lábil (P
precipitado o de baja solubilidad), etc. El P
presente en la solución de suelo es muy baja, y es de donde las
plantas absorben el P.
A medida que la disponibilidad de P
en la solución del suelo se va agotando, es reabastecido desde
fracciones lábiles (tanto orgánicas como inorgánicas) que están
en equilibrio con formas menos disponibles (constituyentes
primarios del suelo). El mayor grado de retención de fosfatos
se presenta en suelos más arcillosos, pero el P
es progresivamente liberado a formas lábiles y a la solución del
suelo, es decir pasa a ser biodisponible. El abastecimiento de P
del fertilizante más allá de un ciclo de producción es lo que se
denomina “residualidad de la fertilización” y permite el manejo
del P
a nivel de secuencias de cultivos. La recuperación del P
aplicado es relativamente baja, del orden del 20%,
dependiendo del tipo de suelo y condiciones edáficas.
A
diferencia de la retención de fosfatos en suelos, en la fijación de
fosfatos, gran parte del P
agregado como fertilizante pasa a formar estructuras químicas
permanentes dentro de la fase sólida del suelo, quedando no
disponible para los cultivos. Este mecanismo se presenta en suelos
con mineralogía de arcillas predominantemente caolinítica (arcillas
1:1) o con elevados contenidos de óxidos y/o alofanos.
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